Siempre que encontramos nuevas tendencias en el manejo de los fondos soberanos no perdemos la oportunidad de compartirlas con los lectores de esta columna. Al fin y al cabo dichos vehículos de inversión son actores muy especiales en el elenco de los inversionistas institucionales, pues manejan recursos por el orden de 8 billones de dólares, equivalente en magnitud a la mitad del monto emitido en treasuries, y en su proceder dejan lecciones muy importantes sobre diversificación de riesgo, gobernanza en empresas de oferta públicas y privada, y en el uso de la riqueza en los juegos geopolíticos.
Polémicas sobre las inversiones chinas en Europa, han puesto sobre el tapete la preocupación de muchos fondos soberanos de encontrar áreas de inversión donde puedan colocar importantes volúmenes de dinero, generando rentabilidades aceptables y causando la menor distorsión posible en los países receptores. Estos fondos, en tanto entes especializados, tienen la capacidad de supervisar cuidadosamente las empresas donde invierten llenando vacíos de control que no pueden llenar otros inversionistas, en particular en aquellas situaciones donde control está asociado a grandes volúmenes de inversión.
Las inversiones conjuntas entre fondos soberanos y movimientos cooperativos son una oportunidad única para promover crecimiento económico y distribuir riqueza. Hay evidencia empírica que sugiere que cuando grupos de empleados organizados como fideicomisos adquieren las empresas donde trabajan, es posible incrementar ventas, rentabilidad y aumentar el nivel de empleo.
No siempre las adquisiciones de empresas por parte de grupos de empleados organizados pueden hacerse usando vehículos de deuda convencionales debido a los altos volúmenes de inversión requeridos. Los fondos de riqueza soberana pueden complementar la deuda convencional en estos casos mediante el uso de estructuras de capital diseñadas a la medida de la situación, donde los empleados mantienen el control de la corporación y los fondos soberanos participan de los beneficios como cualquier grupo de accionistas.
Con el paso del tiempo los bancos de inversión empezarán a promover actividades para poner en contacto a fondos soberanos con empresas que no tienen interés en acudir a bolsa porque funcionan mucho mejor en arreglos de capital privado. Para ello, además se requieren estructuras fiscales y legales que promuevan la interacción entre dichos fondos y otros grupos de potenciales accionistas que incluyan movimientos cooperativos, gobiernos nacionales y hasta organizaciones sin fines de lucro que necesitan rentabilizar sus portafolios de inversión.
Cuando el capital y la capacidad de gestión se encuentran, es posible crear nuevas estructuras de gobierno corporativo que permitan el movimiento masivo de recursos minimizando las críticas de los ciudadanos y generando esquemas más inteligentes de distribución de riqueza.
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