Resumen
En la medida que cada vez más títulos de inversión son poseídos por el gran público a través de fondos mutuales y ETFs, mayor es la presión para que estos aumenten su participación activa en la supervisión del desempeño de los gerentes corporativo. Pero, ¿estarán dispuestos a hacerlo?
En la actualidad existe un par de preguntas que devanan los sesos de académicos y profesionales del mundo de negocios. La primera de ellas, de la que hablamos frecuentemente en esta columna, es el impacto de largo plazo del Quantitave Easing en las economías desarrolladas y en sus mercados financieros. La segunda, a la que hoy dedicaremos nuestra atención es la cual será el grado de involucramiento que tienen los grandes fondos de inversión en el gobierno de las corporaciones que cotizan en bolsa.
Para empezar, debemos recordar que aunque los fondos mutuales y los ETFs que replican un índice, tienen más de cuatro décadas de existencia, su nivel de participación como vehículos de inversión colectivo, ha crecido casi exponencialmente en los últimos quince años, ubicándose hoy en día en niveles de 10 billones dólares, para el disgusto de los gerentes que siguen estrategias activas que les ven como su némesis.
En 1991 solo el 1 por ciento de los fondos mutuales y ETFs estadounidense replicaban índices, tal número se elevó a 29 por ciento en 2017, lo que representaba una inversión de 6 billones de dólares.
La concentración de propiedad accionaria en manos de fondos indizados no es trivial. BlackRock, Vanguard y State Street Global Advisors, los tres principales promotores de fondos mutuales y ETFs del mundo tienen a su cargo títulos valores por el orden de 15 billones de dólares tanto en fondos indizados como de estrategias activas. BlackRock en particular, forma parte de la lista de los 10 mayores inversionistas en el 90 por ciento de las empresas que cotizan en el FTSE 100, y en la mitad de ellas es el principal accionista.
La gran fortaleza de los fondos indizados, el muy bajo costo de gestión puesto que no pagan por investigación, es también es su gran debilidad, ya que no contemplan un presupuesto para hacer seguimiento activo a las compañías en que invierten, por lo que no cuentan con toda la información para asumir roles activos dentro del gobierno de las corporaciones: Aunque hoy en día existe empresas que prestan servicios de asesoría sobre cómo votar en las asambleas de accionistas, los administradores de fondos mutuales y ETFs no siempre están dispuestos a contratar estos servicios.
Aunque algo de investigación se ha hecho en los últimos años para determinar sí los gerentes de fondos pasivos se toman en serio sus responsabilidades supervisoras en las empresas en que invierten, medido esto a través del comportamiento que siguen al votar en las asambleas generales de accionistas, no existen claras conclusiones.
Matthew Ringgenberg, de Utah University revisando el comportamiento de fondos mutuales estadounidenses que invirtieron en acciones en el periodo 2004-2017, sostiene que los gerentes de estos fondos tienen 12,5 por ciento menos de probabilidad de votar en contra los administradores corporativos que sus pares que siguen estrategias activas. Adicionalmente, rotan mucho menos su portafolio de acciones, lo cual no es sorprendente dada su obligación de ajustarse a la composición de un índice.
La presencia creciente de fondos pasivos en la composición accionaria de las compañías de oferta pública no cambia el número y tipo de propuestas de temas presentados por grupos de accionistas para ser sometidos a votación de la asamblea general de accionistas. La principal conclusión de Ringgenberg es que los fondos pasivos quitan poder a los inversionistas para dárselos a los gerentes.
Por otro lado, el profesor Surem Gomtsian de the University of Leeds School of Law, encontró, en un estudio sobre empresas miembros del FTSE 350 entre 2013-2017 que los gerentes de fondos mutuales británicos son mucho más agresivos que sus pares estadounidense al momento de oponerse a incrementos de sueldos de los altos gerentes corporativos durante las votaciones de las asambleas generales de accionistas.
Lo evidente es que la propiedad conlleva responsabilidad en la gestión corporativa. Y así como los grandes administradores están motivados a explotar las ventajas de los vehículos de inversión que promocionan, también tienen que ser parte de la corrección de distorsiones que pudieran crear. De momento hay dos claramente identificadas: cambios en los balances de poder dentro del gobierno corporativo, y el comportamiento del precio de estos vehículos en escenarios de gran volatilidad. De este segundo tema hablaremos en una próxima entrega.
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