Resumen
En numerosas ocasiones hemos mencionado en esta columna que China necesita un sistema financiero cónsono con su rol de segunda economía del mundo, y en la búsqueda de ese objetivo Hong Kong es una pieza clave.
Hong Kong no es solo sede de un mercado financiero de clase mundial, que ha servido durante años como puerto de entrada a millones de inversionistas que aspiran a participar accionariamente en China Continental y otros países de la región, también ha funcionado como refugio temporal para capitales nacionales que buscan protección cuando se producen purgas dentro de la compleja red de relaciones del Partido Comunista Chino (PCCh).
Ese régimen dual, que les fue garantizado a los hongkoneses cuando se retiraron los ingleses en 1997, y que fue muy conveniente en un principio, pues permitía mantener en operaciones una economía pujante de la cual China continental también se beneficiaba, se ha vuelto la piedra en el zapato del PCCh que no puede darse el lujo de tener un foco disidente, en un momento histórico donde el partido requiere impulsar el desarrollo económico sin perder su férreo control de la sociedad.
Para quienes quieren conocer la promesa del PCCh a sus connacionales citamos dos objetivos presentados en sus documentos oficiales, a saber: “El primer objetivo, que se encuentra dentro del plan de los próximos cinco años, tiene como fundamento construir una sociedad china moderadamente próspera, mientras que el segundo, aspira a que China sea un país socialista fuerte, democrático, civilizado, armonioso y moderno”.
Lo último que necesita el PCCh en estos momentos es dar señales de debilidad. En octubre de 2019 se celebrará el septuagésimo aniversario de la República Popular China, que será un evento de fundamental importancia en la carrera política del Presidente Xi, pues en él debe mostrar no solo la fortaleza de su liderazgo sino también hacia donde pretende dirigir el país en la próxima década.
El aniversario podría verse empañado por la guerra arancelaria con EE.UU.; las elecciones en el disidente Taiwán de enero del 2020 que podrían ser ganadas por los grupos que se oponen a su unificación con China, y el aumento de presiones dentro de EE.UU. para que el congreso de dicho país promulgue una propuesta de ley, ya en circulación, sobre democracia y derechos humanos en Hong Kong.
En el muy corto plazo, el gobierno chino necesita bajar la intensidad de las protestas y cualquier método que use es malo. Por vía de la fuerza, el descrédito internacional será enorme. Pero por la del desgate, perderá el respeto de la disidencia interna y causará un enorme daño a Hong Kong como centro financiero ya que se pone en tela de juicio la idoneidad de su clima de negocios. Singapur, y en particular su sector inmobiliario serán los beneficiarios de corto y mediano plazo, tanto por la llegada de capitales buscando refugio, así como por los que buscan una nueva base de operaciones en Asia.
Los actores en conflicto tienen poco espacio para la negociación y la convivencia. El acorazado que conduce el Presidente Xi no tiene la menor intención de frenar aunque se lleve las instalaciones del muelle por delante. Los disidentes y los enemigos de la hegemonía china trabajarán en conjunto para detenerle.
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