
La adaptación de los índices bursátiles al nuevo paisaje de negocios que emergerá de la pandemia será condicionada por las reglas de funcionamiento de tales indicadores. En esta columna hacemos una breve introducción al tema.
El S&P 500 tal como lo conocemos nació el 4 de marzo de 1957, aunque sus orígenes se remontan al año 1923 cuando Standard Statistics Bureau comenzó a publicar un índice de 223 compañías. La lista de empresas que forman parte del índice se va renovando constantemente debido a situaciones internas de las corporaciones (quiebras, fusiones y adquisiciones) y cambios en el paisaje empresarial (aparición y desaparición de sectores industriales. En la actualidad solamente 60 de las empresas que formaban parte del listado original se mantienen en el índice.
La vida promedio de una empresa dentro del S&P 500 se ha ido reduciendo de 33 años en 1964 a 24 años en 2016. Y se estima que se reducirá a 12 años en 2027. De mantenerse esta tendencia la mitad de las empresas que hoy forman parte del índice lo habrán abandonado en 10 años.
¿De dónde saldrán las empresas sustitutas? Algunas serán productos de fusiones y restructuraciones empresas que hoy forman parte del índice, pero en su gran mayoría vendrán de la enorme actividad del sector de capital privado, donde quienes financian las etapas iniciales de una nueva compañía eventualmente venderán su participación accionaria terceros, y una de las vías de hacerlo es a través de oferta pública de acciones, o de la venta total de estos negocios a compañías que ya son de oferta pública, las cuales al crecer empezaran a cumplir los requisitos para formar parte de un índice bursátil.
¿Qué se necesita para formar parte del S&P 500? ser una compañía domiciliada en EE.UU.; que este registrada para negociarse en las bolsas de valores NYSE, Nasdaq, Cboe, o IEX; que el 50 por ciento de las acciones de la empresa estén disponibles para ser adquiridas por el público en general, y que la capitalización de mercado de la empresa (el valor total de las acciones en circulación) supere los 8.200 millones de dólares, este último requisito se corrige con el paso del tiempo.
Adicionalmente, las empresas cotizantes que aspiran a ingresar al S&P 500 deben cumplir con un índice de liquidez bursátil fijado por el grupo patrocinante, medido como el cociente entre el volumen de acciones transadas y la capitalización bursátil de dicha corporación. Sólo es posible ser incluido en el índice si se ha sido rentable en el trimestre más reciente, y globalmente en el último año. Las empresas deben tener record de transacciones de oferta pública de al menos un año.
Los miembros del comité que administra el índice tienen la potestad de incluir o eliminar una empresa, para reflejar a juicio de ellos la naturaleza del mercado accionario del momento, lo que obviamente abre la posibilidad de introducir algún nivel de subjetividad en su conformación. Sin embargo las críticas en tal sentido históricamente no han sido muy relevantes.
La información presentada en los párrafos previos no es de particular interés en situaciones económicas estables, pero si lo es en el contexto de la pandemia en desarrollo. Para nadie es un secreto que una de las consecuencia de esta crisis es la aceleración de tendencias que ya venían desarrollándose y que cambiarán los modelos económicos existentes. Sólo a título ilustrativo mencionemos entre ellas el teletrabajo, las restricciones previsibles en la movilidad de las personas, o la virtualización de servicios en el área de salud.
Muchas personas podrían pensar a priori, sin conocer cómo funciona el S&P 500 por dentro, que este podría reflejar en buena medida una serie de empresas cuya relevancia podría estarse reduciendo en una nueva realidad económica como pudiera ser el caso de las empresas petroleras y por lo tanto que pudieran dejar de ser atractivas las estrategias de inversión que replican el índice; con el agravante además de que muchas empresas que capitalizarán en la nueva realidad económica no son accesibles a los inversionistas en general, por no ser empresas públicas o aun cotizando en bolsa no tener el tamaño para formar parte del club de las 500.
Por supuesto que el S&P 500 como cualquier portafolio reflejará el deterioro de algunos títulos valores y el éxito de otros en este nuevo contexto; pero el mismo orden de evolución de los negocios hará que tarde o temprano muchas empresas exitosas por razones estratégicas terminen cotizando en las bolsas estadounidense y posteriormente formando parte del índice, por lo que la tendencia es a que dicho indicador en el largo plazo aunque con cierto rezago sea una fotografía de los sectores y las compañías que ostentan el liderazgo económico.
¿Qué pasará con las 250 empresas que saldrán del S&P 500 en la próxima década? No necesariamente morirán, muchas se especializaran en nichos de negocios y otras serán adsorbidas por los nuevos conglomerados que cada crisis económica genera. Nada es eterno, ni siquiera la prominencia de las grandes compañías.
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