El pasado 6 de junio de 2021 los miembros del G-7 firmaron un acuerdo para homologar prácticas impositivas que con el pasar de los años se volverán el estándar internacional en esta materia.
El acuerdo se divide en dos bloques temáticos llamados pilares. El primero de ellos grava a las compañías en los lugares donde operan y no donde estas fijan su domicilio corporativo. El segundo pilar, fija una tasa de impuestos corporativos a nivel global del 15 por ciento. Con este acuerdo comienza una ronda de consultas que pretende nivelar el campo de juego comercial a nivel mundial.
El pasado 6 de junio de 2021 los miembros del G-7 firmaron un acuerdo para homologar prácticas impositivas que con el pasar de los años se volverán el estándar internacional en esta materia.
El acuerdo se divide en dos bloques temáticos llamados pilares. El primero de ellos grava a las compañías en los lugares donde operan y no donde estas fijan su domicilio corporativo. El segundo pilar, fija una tasa de impuestos corporativos a nivel global del 15 por ciento.
Como era de esperarse este acuerdo apunta a eliminar tensiones comerciales entre las grandes economías del mundo, y entre dichos entes nacionales y algunas empresas multinacionales que por sus volúmenes de operaciones y la importancia estratégica de los productos y servicios que venden son percibidas por los estados nacionales y otros grupos de interés como actores que poseen un poder ilimitado.
El Pilar I responde a los reclamos de las naciones europeas que sostienen que en sus jurisdicciones las empresas tecnológicas realizan importantes operaciones comerciales de las cuales no reciben ninguna participación. En un principio, se han creado impuestos a las transacciones digitales para solventar este problema, hecho visto con muy malos ojos por el gobierno de EE.UU., que tiene que defender la posición competitiva de sus empresarios nacionales.
El Pilar II responde a la necesidad del gobierno del Presidente Biden de financiar la inyección de subsidios a su economía otorgados para minimizar el impacto del COVID 19 en la sociedad estadounidense.
Como siempre acuerdos de este tipo no terminan de concretarse hasta que se escriben las normas operativas de los mismos. Nunca el refrán que dice que el diablo está en los detalles fue más cierto que ahora. El Pilar I se aplicaría a empresas que tienen márgenes operativos superiores al 10 por ciento, pero hay empresas muy exitosas que en sus fases de expansión no reportan tal nivel de beneficios brutos, hecho que no convence a otros grupos de interés como son los políticos con agendas liberales, o las asociaciones de defensa a los consumidores.
La aplicación de la tasa mínima global de impuestos, tiene que tomar en cuenta los regímenes impositivos nacionales, pues sí se aplica usando promedios internacionales se pueden abrir oportunidades para que las multinacionales usen huecos en el diseño del régimen de impuestos en su beneficio.
Aunque es natural que los grupos empresariales y los congresistas que les apoyan traten de hacer el cabildeo para que el régimen impositivo emergente tenga el menor impacto posible en sus bolsillos, el ambiente de negocios actual, donde las corporaciones son vistas como entes poco inclusivos e insensibles a problemas como la igualdad de género o el calentamiento global, obliga a estas empresas a sopesar el daño que puede causar a su imagen el oponerse cumplir con su parte en el mantenimiento del estado, versus los posibles beneficios de pagar menos impuestos.
En los próximos meses esta propuesta del G-7 será sometida, primero a la consideración de los ministros de finanzas del G-20 en Venecia entre el 9 y el 10 de julio de 2021. Posteriormente, los miembros del OCDE, que son 37 países, evaluarán la versión del proyecto que exista para el momento.
Aunque tome unos cuantos años para que el acuerdo inicial de G-7 se transforme en leyes nacionales a lo largo del planeta, es evidente que un mundo más digital requiere un sistema impositivo cónsono con la nueva naturaleza de muchos negocios.
Los días de los paraísos fiscales podrían estar contados. Los ejecutivos de las multinacionales lo saben, pero: ¿morirán defendiéndolos?
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