La semana pasada comenzó con el anuncio de una fusión por intercambio de acciones entre Fiat Chrysler (FCA) y Renault, con un valor de mercado de 32,6 millardos de euros, que colocaría al nuevo grupo en el tercer lugar dentro de la industria mundial automotriz, siguiendo a Volkswagen y Toyota. Aunque todavía la junta directiva de Renault no ha aprobado la operación, las probabilidades de que lo haga son altas generando un conglomerado con ventas anuales de 170 millardos de euros, presencia mundial y rango de vehículos que incluye desde los más ligeros hasta los grandes camiones de uso industrial. ¿Razones para este movimiento estratégico?,realmente hay varias.
Para empezar, existe un exceso de capacidad instalada en la industria automotriz acompañado de una importante caída en las ventas, pero como si esto no fuera suficiente, la presencia de nuevas tecnologías transforma los hábitos de consumo de los potenciales compradores de vehículos.
Por un lado, tenemos la aparición de los vehículos eléctricos, que obliga a la industria automotriz a efectuar grandes inversiones para adaptar su parque fabril a la producción de estos bienes, si a este evento lo acompañamos con la posibilidad de tener automóviles sin chofer en un contexto de economía colaborativa, la cual propone que es mejor tener el acceso a bienes a tarifas razonables que la posesión de los mismos, queda de manifiesto que el modelo de negocios de las compañías productoras de automóviles cambia a otro donde serán, además de productoras de estos bienes para la venta a terceros, las dueñas de grandes flotas vehiculares para prestar servicios de movilización de diversa índole.
La posible fusión sucede en un momento en que Renault debe decidir si continúa su relación con la empresa japonesa Nissan, la cual iba viento en popa hasta que en noviembre de 2018, fue puesto en prisión Carlos Ghosn, el ejecutivo franco-libanes brasileño, Presidente y CEO de la Renault-Nissan Alliance. Aunque Nissan no participa de estas conversaciones, sí son fructíferas FCA terminaría uniéndose al grupo ya existente que además de Renault y Nissan también incluye a Mitsubishi. Sin embargo, una fusión completa de Nissan con el resto del grupo no sucederá en el corto plazo….
La supervivencia de cualquier grupo económico dentro de una industria intensiva en capital y expuesta a los vaivenes de las innovaciones tecnológicas como es la automotriz, requiere el cumplir dos requisitos: musculo financiero y la capacidad de evolucionar hacia arreglos propietarios que le permitan establecer vínculos con otros potenciales competidores para compartir inversiones e introducir productos con más rapidez y tener acceso a los mercados nacionales de mayor crecimiento en un momento dado.
El grupo Renault, poseído en un 15 por ciento por el estado francés, buscando una mayor estabilidad en el tiempo, se alió estratégicamente al grupo Nissan en 1999, estableciendo un esquema de propiedad cruzada en el cual Renault posee el 43,4 por ciento de las acciones de Nissan, las cuales tienen derecho a voto, y Nissan a su vez posee el 15 por ciento del capital accionario de su aliado pero sin derecho a voto; en dicho arreglo se mantienen las identidades de ambas marcas y sus respectivas culturas corporativas.
La alianza entre Renault y Nissan ha permitido desarrollar productos en común, consolidar la compra de insumos logrando mejores precios con los proveedores, coordinar procesos logísticos y en general promover sinergias que en el pasado representaron ahorros por hasta 1,5 millardos de euros. Pero, la presencia del gobierno francés como accionista ha sido un claro factor de conflicto, en especial desde la emisión en Francia, de la llamada Ley Florange, en 2014, que duplica el valor de los votos de los accionistas franceses calificados como inversionistas de largo plazo en las empresas francesas.
Con este acercamiento a Renault, la familia Agnelli, principal accionista de FCA busca satisfacer un anhelo de las últimas dos décadas, y es el garantizar su supervivencia dentro de la industria automotriz en el largo plazo, compartiendo con socios poderosos la responsabilidad de financiar las cuantiosas inversiones que la implantación de las nuevas tecnologías requieren. Fiat ya había intentado en la década pasada “un matrimonio” de conveniencia con General Motors, pero la debilidad financiera de esta última abortó dicha unión. Pronto sabremos sí FCA cumplirá o no su deseo, pero pase lo que pase nada detendrá las curiosas uniones de la industria automotriz.
Comments