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Los fondos de inversión soberanos: ¿son una buena idea?

  • Arca Análisis Económico
  • 8 sept
  • 4 Min. de lectura

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Los fondos de inversión soberanos (SWF, por sus siglas en inglés)   surgieron para dosificar la entrada en las economías nacionales de recursos extraordinarios provenientes principalmente de un boom en ingresos por la venta de materias primas.


La idea de estos fondos no es sólo dar estabilidad macroeconómica de corto plazo a los países dueños de los recursos sino también crear una reserva a la cual acudir en momentos en que los ingresos corrientes del estado caen. Bien administrados estos fondos deberían reducir la volatilidad del gasto público. Más de 100 naciones cuentan con algún tipo de fondo de inversión soberano  que suman más de 10 billones de dólares en conjunto.


Cuando se constituyen estos fondos de inversión hay dos factores a considerar, el primero de ellos es el de garantizar que los gestores de los recursos lo hagan de manera idónea y el segundo, y que se presta a mayores controversias, es el garantizar que exista una clara rendición de cuentas sobre el desempeño financiero de los mismos.


Hay países como Noruega que han resuelto este problema creando un grupo elite de administradores adscritos al banco central del país, e invirtiendo el grueso de los recurso en títulos de oferta pública tanto de renta fija como variable. Este fondo conocido como el Fondo del Petróleo, maneja 2 billones de dólares. Y para terminar de blindar su gestión cualquier cambio en sus reglas de operación debe ser aprobado por una mayoría cualificada en el parlamento noruego.


Si bien al invertir en títulos de oferta  pública se simplifica la medición del desempeño de estos vehículos de inversión también  se pierde la posibilidad de invertir en familias de activos que fueron muy rentables en las últimas dos décadas, como es el caso de los mercados privados de deuda corporativa, las acciones de empresas que no cotizan en bolsa, en particular en aquellas que invierten en innovaciones.


Otro SWF ampliamente seguido por la prensa especializada es el Temasek, de Singapur, que fue fundado en 1974 con las acciones del estado en empresas estatales del país  como Singapore Airlines, y que se fue abriendo a otras opciones de inversión en la medida en que los ahorros del país lo permitieron. El portafolio de inversión lo supervisa el Ministerio de Finanzas, sin embargo en su comité de inversiones no participan funcionarios públicos, y retiros importantes de recursos de este fondo solo los puede aprobar el presidente del país.      


Por supuesto que existen SWF que  invierten tanto en instrumentos de oferta pública como privada. En estos casos de inversiones variadas es mucho más difícil medir su desempeño, por lo que surge una pregunta inevitable: ¿Cuan buena es la rentabilidad de estos fondos?


La pregunta anterior la viene trabajando desde el 2008 el  profesor Veljko Fotak, de la Escuela de Gerencia de la Universidad de Buffalo quien ha cubierto varias caras de la actuación de dichos fondos que van desde su impacto al comprar acciones de compañías de oferta pública hasta su efectividad para identificar empresas exitosas en el competido mundo de las nuevas tecnologías.


En un artículo académico titulado The Financial Impact of Sovereign Wealth Fund Investments in Listed Companies (El impacto financiero de las inversiones de los fondos soberanos en empresas que cotizan en bolsa), el profesor Fotak y sus colaboradores encontraron que al anunciarse que un SWF adquiría una participación accionaria en una empresa de oferta pública, el precio de sus acciones subía en promedio un 1 por ciento inmediatamente después del anuncio. Tal resultado se derivó de 75 observaciones. Sin embargo luego de dos años, dichas inversiones en promedio reportaban un retorno negativo del 41 por ciento lo que sugiere que las adquisiciones de acciones por parte de estos fondos van seguidas de un deterioro del rendimiento de las empresas.


En líneas generales las investigaciones del profesor Fotak le han llevado a concluir que la mayoría de los SWF son poco exitoso al momento de impulsar el desarrollo y la innovación. Según este autor  las inversiones que dedican los fondos europeos a la innovación han generado patentes mucho menos valiosas que las desarrolladas por el sector privado en similares circunstancias.


Establecer la efectividad de los SWF como entes inversionistas no es tarea sencilla, ya que no es solo está el problema de estimar las rentabilidades de las inversiones que no se hacen a través de mercados de oferta pública, también existen algunos casos en que hay prohibiciones explicitas de divulgar cualquier información financiera vinculadas a ellos como es el caso de la Autoridad de Inversiones de Kuwait.


La interferencia de los políticos sobre las decisiones de inversiones de los SWF siempre está presente como elemento distorsionante de su desempeño. Un caso representativo de estas críticas lo recibe el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita (PIF por sus siglas en inglés), que fue creado en 1971 para invertir en proyectos nacionales e internacionales, impulsando el programa de diversificación económica Visión 2030 de dicho reino.


PIF es controlado por el príncipe heredero Mohammed bin Salman, quien ha impulsado cuantiosas inversiones en Neom que es un mega proyecto urbano en el noroeste de Arabia Saudita que incluye una ecociudad lineal inteligente llamada The Line, un centro de esquí en el desierto, un complejo industrial flotante y un resort turístico de lujo. La gran pregunta que subyace es si esta apuesta es técnica y financieramente robusta o si la asignación de recursos responde en buena medida a las presiones entre los grupos de poder del país. El tiempo lo dirá.


Por supuesto que los SWF son una gran idea, pero como siempre la dificultad  está en su implantación. En la medida que dichos fondos inviertan en activos poco convencionales, o en mercados ilíquidos se hace mucho más retador medir su desempeño. Por otro lado la frontera entre inversiones socialmente deseables que pueden tener impactos económicos muy a largo plazo, y aquellas destinadas a acumular recursos para financiar los años de vacas flacas pueden ser muy difusas y las tentaciones de cruzarlas muy altas. La claridad con que se definan las políticas públicas para resolver los conflictos de interés en estos casos marcarán la diferencia.

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