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Los Perros Viejos y Los Nuevos Trucos

  • Arca Análisis Económico
  • 21 jul
  • 4 Min. de lectura

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Resumen


Durante años, el excepcionalismo estadounidense hizo de las acciones de EE.UU. la apuesta segura a largo plazo, aprovechando correcciones como oportunidades de compra. Sin embargo, el panorama cambia: grandes inversionistas extranjeros reconsideran su exposición, mientras los pequeños siguen aferrados a viejas recomendaciones. Hasta que surjan productos adaptados a las nuevas realidades y otros mercados alcancen la madurez necesaria, muchos seguirán aplicando estrategias pasadas con menor probabilidad de éxito.


Durante años, los mercados financieros estadounidenses, y en particular el bursátil, mostraron tendencias de largo plazo que facilitaron la vida de los inversionistas individuales.


El llamado excepcionalismo estadounidense hizo de la inversión en acciones de dicho país la apuesta obvia. Y para muchos cualquier corrección de mediana importancia era la oportunidad para tratar de alcanzar la tendencia al alza.  Esta fue una táctica de eficacia comprobada, con un buen historial de éxito. 


Sin embargo, el pasado 2 de abril el presidente Trump anunció la entrada en vigencia de un nuevo régimen arancelario, que causó una caída del 13 por ciento del S&P 500 en los días siguientes y que, sumada a las de las semanas anteriores, generó una corrección del orden del 20 por ciento.


El nivel de volatilidad del mercado accionario estadounidense como consecuencia del tira y afloja arancelario de los EE. UU. con sus principales socios comerciales ha ocasionado que los bancos de inversión internacionales comiencen a ver con ojos críticos el nivel de exposición de sus portafolios de títulos valores a ese país. 


Este no ha sido el caso de las personas naturales, según reporta la prensa especializada, que tienden a quedarse ancladas a las recomendaciones que históricamente han recibido de sus asesores de inversión, cuando estos existen, o a los consejos que de una forma u otra han llegado a sus oídos.


Durante la caída accionaria del pasado mes de abril hubo “una avalancha” de columnistas de opinión que advertían a los pequeños inversionistas que se evitasen la compra de acciones hasta que el tema arancelario se clarificase, pues corrían el peligro de confundir una corrección con el comienzo de un mercado a la baja que podría ser de larga duración.

Para “el descrédito” de los expertos, el S&P 500 no solo recuperó lo perdido, sino que también ha alcanzado nuevos máximos históricos y tiene una ganancia acumulada del 7 por ciento en lo que va del año. Por lo que quienes consideraron las recientes caídas como una clásica corrección de las que suceden en promedio dos cada año, aun en mercados alcistas, ganaron dinero. 


Este éxito de los pequeños inversionistas debe ser visto con un grano de sal, ya que al tener estos limitados recursos disponibles para la inversión, se ven menos presionados a rotar sus portafolios de inversión que los grandes inversionistas institucionales. Por otra parte, los inversionistas institucionales tienen que vivir monitoreando constantemente los mercados, no solo para gestionar los recursos que ya tienen a su cargo, sino también para poner a trabajar los nuevos flujos de fondos que captan.


En el corto plazo, reducir la exposición de los inversionistas institucionales extranjeros al mercado accionario estadounidense es una opción compleja de implantar porque los mercados accionarios alternativos no son lo suficientemente profundos. No olvidemos que el mercado accionario estadounidense representa el 70 por ciento de la capitalización de los mercados accionarios de los países desarrollados.


Es posible que los inversionistas extranjeros reduzcan la proporción de dinero fresco que destinan al mercado accionario estadounidense, por lo que tendrán que participar más activamente en los mercados bursátiles de Asia y Europa. Las acciones europeas han subido en promedio más del 20 por ciento en este último año, lo que sugiere que la redistribución del flujo de recursos ya ha empezado. 


Para complicar aún más esta historia, los inversionistas cuya moneda de origen no es el dólar, como es el caso de los europeos, ven como el rendimiento de sus portafolios de acciones estadounidenses se deteriora en la medida en que la divisa estadounidense se devalúa frente al euro. De hecho, en lo que va del año, las acciones estadounidenses acumulan una caída de aproximadamente un 6,5 por ciento cuando su rendimiento se calcula en euros.


En este nuevo contexto donde el dólar se devalúa producto de un realineamiento de las relaciones comerciales internacionales, es natural que los inversionistas institucionales extranjeros se pregunten si vale la pena seguir apostando a un mercado accionario estadounidense cuyos títulos se venden con una prima sobre sus homólogos cuando dicho mercado les expone a la volatilidad de precios que trae consigo el riesgo político que fomenta el presidente Trump con su proceder. 


A diferencia de los inversionistas institucionales extranjeros, los pequeños inversionistas tienen mayores limitaciones para implantar estrategias que los protejan de los vaivenes del dólar causados por la pérdida de confianza en el buen funcionamiento del orden económico imperante. 


Mientras aparecen nuevos productos de inversión que reflejen las nuevas realidades comerciales, mientras los mercados financieros internacionales no alcancen la madurez suficiente como para ser una alternativa real a los mercados estadounidenses, los pequeños inversionistas serán como los perros viejos que repiten los mismos trucos, pero cada vez con menor certeza de que recibirán algún premio.

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